viernes, 4 de noviembre de 2022

Paréntesis vital

Parecía que estaba recuperando el ritmo con el blog, pero NO. Como siempre la vida me atropella. El otoño se supone que trae estabilidad y rutinas, pero también trae virus y otras sorpresas.
Kumquat ha empezado el preescolar. El preescolar en Alemania es el último año de guardería. Los grupos son de edades mezcladas y a los del último año los sacan una hora a la semana para que vayan "a clase". Una maestra, una pedagoga o una cuidadora de la misma guardería les dan "clase" sobre un tema. Digamos que juegan a que van a la escuela para que sepan lo que les espera.
Kumquat ha ido unas dos veces en todo el curso, entre citas médicas y visitas a colegios para elegir primaria, no hay manera de que vaya de forma rutinaria a la guardería. Encima lo han cambiado de clase, aunque esto no le ha afectado y conocía bien a las maestras y compañeros. Lo han cambiado otra vez a un aula de educación especial, porque en integración estaba con los bebés y todos creemos que es mejor que se relacione con niños de su edad. Ese grupo le gusta porque están todos por el suelo e interaccionan muy bien así. Hay alguno que no se desplaza y él se le sube encima, los dos tan felices, Kumquat es el único niño que le da juego activo a esos niños.
Bueno, a lo que iba que me enrollo. Hace unas semanas me dio fiebre, el primer día "febrícula" y test covid negativo, a seguir con la vida, revisión de Kumquat y otras cosas. Segundo día fiebre fiebre, me quedo en la cama. Estuve unos tres días con fiebre, más los de febrícula, y síntomas gripales. Al final de semana mandan a Pomelo a casa porque tienen al lado del trabajo una bomba de la Segunda Guerra Mundial. Cuando vuelven en el trabajo ha surgido un imprevisto importante y tendrán que quedarse temporalmente en casa. Bueno, planeamos unos días tranquilos en cssa los dos solos. 
Al otro lunes Pomelo se hace un test antes de una reunión y es positivo. Yo ya estoy bien pero me hago otro y sale muy clarito un positivo. Se ve que ya es tarde para el test y para el de antes era muy pronto. Los niños no tienen síntomas, pero no debemos entrar a llevar y recoger a Kumquat a la guardería. Llamo para ver qué hacemos y me dicen que me lo lleve inmediatamente y que tiene que hacer cuarentena con nosotros. Así que nos quedamos en casa malos y cuidando de Kumquat.
Estamos malos pero normal y sabemos que lo único que queda es hacer cuarentena hasta ser negativos. Pero leo la página del ministerio y dice que hay que comunicárselo al médico de cabecera. Yo muy bien mandada llamo. 
-Que la semana pasada tenía fiebre y ahora mi marido y somos positivos. 
-... Pero estuviste mala la semana pasada. 
-Sí, pero todavía toso y mi marido está malo ahora. 
-...¿Necesitas un justificante para el trabajo? 
-... - estoy pensando porque en este momento no lo necesitamos. Yo me quiero quedar en mi casa, en fin, yo llamo y que ella valore. 
De verdad os digo que pude oir por teléfono cómo ponía los ojos en blanco.
-Bueno, venid mañana a la hora de infecciosos.
Llegamos y había bastante cola de infectados en un pasillo sin ventilación, así que esperé en la calle con Kumquat. El médico pasa bastante. Yo también me habría quedado en casa. Le preguntamos que cuándo podemos vacunarnos de la gripe y del covid. Y nos dice que de la gripe en unas semanas y que del covid ya no hace falta.
-Es que vamos a viajar y necesitamos justificante. 
-No se sabe ya qué van a pedir en cada país. 
-Por eso mismo queremos el justificante.¿Nos haces PCR?
-Ya no hace falta comunicar los positivos ni hacer PCR. 
-Entonces ¿cómo justificamos que lo hemos pasado? 
-Bueeeeno, a ti -mirando a Pomelo- te puedo hacer si quieres PCR. A ti -mirándome a mí- ya no tiene sentido porque va a salir negativo.
Pues muy bien, él ya no me va a vacunar y no puedo demostrar que lo he pasado.
La cuarentena fue más bien floja, no tenemos quien nos haga recados y tuve que ir a comprar un par de veces con mascarilla. Lima se hizo varios test que salieron negativos y fue al colegio todos los días.
Aclaro que mientras tenía síntomas, antes del positivo, llevaba mascarilla en público. Sea el virus que sea, mejor no pasárselo a otros. 

martes, 27 de septiembre de 2022

Dejando espacio para una nueva etapa

Una vez que nos concedieron el crédito para la reforma ya no había marcha atrás. Ya no era un plan en el aire, ahora nos estaba costando mucho dinero de verdad.  Así que prácticamente hicimos jurar sobre la Biblia al constructor que iba a empezar la obra durante las vacaciones de Lima.
 Pero no sé si habéis oído algo de una pandemia y una guerra, esto y lo otro, los materiales si están, son tres veces más caros. Si están. En agosto. Todos los almacenes y transportistas de vacaciones, tiendas que abren media jornada. Temperaturas de 40°C, ideales para darle al pico.
A pesar de todo, cogimos billetes de avión para los cuatro. Os recuerdo por si este tema os ha pasado desapercibido que seguimos en pandemia y en guerra, en fin, cositas. Lo de montar a Kumquat en avión lo dejaré para una entrada aparte.
Por cierto, cuando tomamos la decisión de empezar, el tema de la guerra lo veíamos encima. Estábamos entre cómo nos vamos a gastar los dineros en este momento y hagámoslo rápido que es un plan genial para escapar de aquí.
Dentro de nuestro plan, estaba también el trabajo de Pomelo. Teletrabajaría desde el campo en España, demostrando que es súper eficiente y que pueden confiar en él para hacerlo cada vez que lo necesitemos. Esta parte salió bien, confiaban en él y no le pusieron ni media pega. Pero implicaba que teníamos tiempo limitado para organizar el trabajo y que yo estaba con los niños mientras él trabajaba.
Otro gran problema era dónde vivir, en Villa Cítrica imposible (éste no es el nombre de la casa, pero cada cosa a su tiempo). Pero GRACIAS a una amiga, pudimos quedarnos en su casa en el pueblo. Vivir en el pueblo, fue otra experiencia, yo siempre había estado en el campo o en la ciudad. Ya os contaré también cómo nos apañamos con Kumquat y sus necesidades en una casa ajena.
La primera semana la dedicamos a vaciar la planta baja que es la que se está reformando. Qué cosa más complicada física y psicológicamente. Una casa con los recuerdos de una familia de seis, más las cosas de generaciones anteriores. Para mí imposible saber qué es viejo y qué es "antiguo", qué tacita tiene valor sentimental y qué tacita se compró en el Pryca porque era la más barata. Pomelo intentando meter cosas en cajas o bolsas de basura, según procediese. Me preguntaba a mí, yo le preguntaba a los demás, nadie sabía. Aparecían cosas de mis padres, pellizquito en el corazón. Los muebles son antiguos (o viejos, yo qué sé) pero necesitan ser restaurados y además no nos gustan la gran mayoría. Pusimos varias cosas en Wallapop y otras las sacamos para que se las llevase el ayuntamiento. Pero teníamos tiempo limitadísimo para organizar que viniesen a por las cosas, en agosto, a 40°C.
Conseguimos vaciar todo justo a tiempo. Lo bueno es que podíamos subir cosas a la parte de arriba para ir decidiendo. Lo malo es que podíamos subir cosas a la parte de arriba para ir decidiendo. Pero ya está más o menos todo cladificado y va a ser más fácil cuando vaciemos arriba. No, no lo va a ser.
Conseguimos hacerlo GRACIAS (GRACIAS, GRACIAS) a la familia, que se ocuparon de los niños, de la comida, de cargar muebles y de darnos todo tipo de apoyo material y moral.
Las obras empezaron, pero eso para el siguiente capítulo. 

jueves, 8 de septiembre de 2022

Antes que atrancar, volcar

El proyecto Mi propio limonero sigue adelante. Como creo que ya he contado en forma de casa rural adaptada, adaptada a sillas de ruedas, otras adaptaciones por ahora no están en el proyecto. Entre pandemia y cuestiones burocráticas la cosa se ha ido alargando y complicando, pero hemos decidido tirar para adelante con lo que hay e ir resolviendo conforme vayan saliendo problemas, un paso después del otro.

La casa estaba cada vez en peores condiciones, esto era esperable y yo había decidido ahorrar para poder arreglar de verdad en lugar de ir gastando en un goteo de arreglillos que no llevaban a ninguna parte, bueno sí, a quedarnos sin dinero para la reforma. Para qué arreglar un agujerito aquí y allá si luego hay que tirarlo todo igualmente.

Entonces vino un tornado y como esto no es Kansas pues la casa no salió volando hasta Oz. En Murcia y con una casa de piedra la cosa fue menos dramática, sólo se llevó un par de tejas del alero del tejado. La cosa no parecía grave, no teníamos que buscar baldosas amarillas, sólo un par de tejas. Pero sin ese par de tejas y con un invierno inusualmente lluvioso empezó a filtrarse agua por las paredes. La cosa no pintaba bien.

Para colmo mi contrato de trabajo se acababa y la posibilidad de pedir un préstamo se volvía difícil. A esto hay que sumarle la crisis vital de los 40 que un día te sientes súper joven y crees que el mundo es tuyo, voy a empezar a hacer cosas y al otro súper vieja, mi vida se acaba y no he plantado un libro ni escrito un hijo y me puse a rellenar el formulario de un comparador de préstamos.

Así que estamos aquí por estos elementos: una herencia, la precariedad laboral, el cambio climático, una violación de la protección de datos y un comercial agresivo. Porque yo me puse a rellenar el formulario, como rellena uno las cosas en internet, pensando que nadie te ve y por probar. Pero sin aceptar ni enviar nada, en el momento que escribí mi teléfono tenía a una comercial llamándome para ver qué crédito quería. Hablamos y me pasó con un compañero que me dijo que como se me acababa el contrato en menos de un mes o pedía el crédito ya y tenía suerte y lo hacía con mi banco o prácticamente iba a ser imposible.

Total que pedimos nuestro primer crédito, lo cual une tanto a una pareja como el matrimonio o los hijos, ahora sí que sí. Yo que sufría por firmar un contrato de permanencia con la compañía de teléfono de dos años. Ahora tenemos un precioso crédito y una casa en obras de la cual llevamos el seguimiento a miles de kilómetros por WhatsApp. ¿Qué podría salir mal?

Ya tenemos anécdotas y planes para varias entradas del blog, además Kumquat como siempre dándolo todo. La Clemen ha vuelto, suscríbete y dale a la campanita que pondré fotos de la gran obra. 

domingo, 2 de mayo de 2021

Viviendo en la cuerda floja

Kumquat cumplió cuatro años pero por poco no los cumple. El día de antes de su cumpleaños, por la mañana temprano estábamos Kumquat, Lima y yo jugando, viendo la tele y haciendo el desayuno. Era fin de semana, así que Pomelo estaba durmiendo, hemos decidido que cada día del fin de semana uno de los adultos de la familia puede dormir tanto como quiera, dormimos hasta que nos duele la espalda… o un niño decide morirse.

Esa mañana Kumquat encontró un muñeco en el suelo, empezó a carraspear y fui corriendo a ver qué tenía, normalmente cuando lo pillo con algo en la boca se ríe con los dientes muy apretados para que no se lo quite pero esta vez estaba agobiado. Lo cogí y le pregunté a Lima que qué podía ser del muñeco, me dijo que le faltaba el chupete, al menos ya sabía qué estaba buscando. Me arrodillé en el suelo con él boca abajo entre las piernas, le bloqueé la mandíbula metiéndole sus propios carrillos entre los dientes y con la otra mano intenté sacar el chupete, lo noté muy adentro. Le hice la maniobra de Heimlich para bebés, mal hecha, me di cuenta después, vomitó un poco de plátano y el chupete subió un poco, seguía agobiado, le volví a meter el dedo hasta la campanilla y enganché el chupete, un círculo de plástico con el diámetro de una moneda de cinco céntimos. Todo esto mientras le decía  a Lima que llamase a Pomelo, ella fue corriendo y Pomelo llegó justo cuando acababa de sacarlo. Todo en unos segundos.

Y seguí temblando y haciendo el desayuno, jugando y viendo la tele. Porque esto pasa con mucha frecuencia. Cada semana hago la maniobra de Heimlich por lo menos una vez. He ido a cursos y veo vídeos pero no sé hacerla bien. Hasta ahora ha funcionado, pero un día no funcionará. Puede ser dentro de un mes, dentro de tres años o dentro de diez minutos. Obviamente no lo tengo asumido, eso no lo asume nadie, nadie asume que un día su hijo se va a ahogar en tus manos o lo vas a encontrar ahogado al volver del baño.

La discapacidad intelectual es muy limitante, pero mucho más allá de lo obvio. Kumquat duerme en una cama enrejada y no es porque no entienda que se acaba la cama y se cae, que tampoco lo entiende, es porque si se baja de noche puede comerse cualquier cosa y ahogarse o electrocutarse mordiendo un cable. No hace falta que sea algo pequeño, puede ser una página de un libro o un trozo de acolchado de cualquier cosa que arranque con los dientes.

Lo saco al jardín y lo primero que hace es meterse una piedra en la boca, o una cereza que ha caído de los cerezos, o una manzana mohosa del manzano, o una mierda de  gato, o una seta venenosa. ¿Dejo de sacarlo al jardín?

En la escuela infantil ya se ha tragado cosas y eso que está en la clase de los pequeños. Ya le correspondería pasar a la clase de los grandes pero ¿cómo haces para que no coja juguetes pequeños?

En casa Lima no puede jugar en el suelo, no puede sacar sus juguetes, no puede hacer un puzzle en el suelo, no podemos hacer manualidades juntos. Tengo mucho miedo cuando saco el costurero de que se pueda caer algo. Cualquier día va a chupar un cargador enchufado. O abrirá el mando de la tele y se conerá una pila ¡triple A! Cuando cambio una de botón, aunque esté guardada en el lugar más recóndito compruebo compulsivamente que sigue ahí hasta que puedo ir al contenedor.

Lima está tan concienciada que come cacahuetes con mucho cuidado y se asusta mucho cuando se le cae uno al suelo, no para hasta que lo encuentra y me llama para que esté pendiente. Hasta le arranca cosas de las manos mucho más diligente que nosotros. Incluso planea lo que va a hacer ella si viene una ambulancia para llevarse a su hermano. Me pregunta que con quién se queda, que qué pasa si está jugando en casa de una amiga que si se va a poder quedar a dormir con ella.

A veces lo dejamos con sus niñeras. Son chicas de veinte años. Las niñeras de Kumquat no pueden ser cualquiera, son personas que creemos que no lo van a perder de vista ni un segundo, que entienden los peligros que hay a su alrededor y que van a saber reaccionar si algo pasa. No lo dejaríamos con adolescentes porque es mucha responsabilidad y en el peor de los casos también dejaríamos a una niña traumatizada. Alguien más mayor podría con el tiempo valorar que hizo lo que pudo.

Cuando buscábamos diagnóstico, una de las cosas que más me angustiaban era su esperanza de vida. Leía sobre cualquier síndrome y muchas veces aparecían los dos años como la fecha maldita. Me dormía mirándolo y cogiéndole una mano, pensando si estaría vivo por la mañana. Ya tenemos diagnóstico, no sé la esperanza de vida, sólo que hay al menos dos mujeres de más de veinte años diagnosticadas.

Cuando ante un síndrome ves que la esperanza de vida es menor que para el resto, piensas en algún fallo orgánico. Normalmente sólo consideramos lo físico para la salud, pero también hay que tener en cuenta la salud mental y la discapacidad intelectual. Para estar vivo es fundamental no intentar matarse.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Desconfinamiento y conciliación en Alemania con necesidades especiales (no apto para hipertensos)

Poco a poco fuimos saliendo del confinamiento.

Primero empezamos por relacionarnos con gente en privado. Las niñeras ya podían venir y quedarse un par de horas con los niños. Es curioso, porque son dos chicas que vienen alternativamente, cada una suele cuidar a uno de los niños mientras hacemos alguna actividad con el otro y cada niño se lo pasa mejor con la suya. 

Luego permitieron a los niños volver a las escuelas infantiles. Normalmente están abiertas unas once horas y los niños pueden hacerlas todas, las maestras hacen sus turnos de ocho. Unas llegan temprano y se quedan con los madrugadores. A las 9 están todos los niños y maestras, se reparten en grupos y hacen la parte pedagógica. Luego se van las de la mañana y se quedan unas cuantas con los niños de la tarde.
Como no se podían mezclar grupos restringieron el horario a ocho horas, cada maestra solo podía quedarse con los suyos. En el caso de Kumquat en especial, sólo podía estar siete horas. Básicamente los niños están a salvo de 9 a 3 que es el horario habitual obligatorio en trabajos de oficina.

Para nuestros niños la situación no cambiaba, seguían con el horario precoronavirus. Para nosotros sí porque yo antes no trabajaba. Trabajamos ocho horas, más la pausa obligatoria para comer, más los desplazamientos.
Pomelo pudo reincorporarse casi desde el principio. Yo podía ir máximo tres días a la semana a la oficina y teletrabajar dos. Éramos tres en la oficina y teníamos que turnarnos para cumplir con la distancia social.

Para que los dos podamos disfrutar/sufrir las tardes con los niños, decidimos alternar cada semana quién los recoge. Así que una semana me levanto a las 5, cojo el autobús, llego a trabajar a las 6, salgo a las 3, cojo el autobús hasta la guardería de Kumquat, recojo a Kumquat, cojo el coche, recojo a Lima y vamos a extraescolares. Otra semana llevo a Lima, llevo a Kumquat, dejo el coche en su guardería , cojo el autobús, llego a las 9 al trabajo, salgo a las 6 y cojo el autobús a casa.

En realidad "dejarlos en la guardería" resume este proceso: Salgo tarde de la casa con tres mochilas, tres chaquetas, dos muñecos, las llaves y Kumquat debajo del brazo mientras se retuerce y se le caen los zapatos. Le pongo a Kumquat el arnes de cinco puntos que requiere sujetar tres enganches a la vez (más dos piernas y dos brazos en el caso de Kumquat). Sudo mucho. Llegamos a la guardería de Lima. Le quito el arnés de 5 puntos a Kumquat. Lo cojo en brazos mientras se retuerce y chilla feliz arrancándome la mascarilla. Entramos en la guardería, lo dejo en el suelo y me desinfecto las manos. Pongo la hora de llegada y firmo como que Lima no tiene síntomas gripales. Kumquat gatea por el suelo y coge todas las listas y chupa los bolígrafos. Cojo la tarjeta del grupo de Lima, hay cinco tarjetas por grupo para que sólo cinco padres de cada grupo pueda subir a las clases. Desinfecto el bolígrafo. Me llevo a Kumquat de una pierna. Lima deja sus cosas, se cambia los zapatos y se lava las manos. Kumquat chupa todos los zapatos del zapatero. Bajo con Kumquat y cara de loca. Desinfecto la tarjeta, Kumquat me la quita y chupa el desinfectante. Dejo la tarjeta. Subo a Kumquat al coche y le pongo el arnés de cinco puntos. Sudo mucho. Llegamos a su guardería, no uso los aparcamientos de movilidad reducida de la puerta porque tengo que dejar el coche todo el día y no quiero perjudicar a sus numerosos compañeros con movilidad reducida. Aparco en el quinto pino por obras. Le quito a Kumquat el arnés de cinco puntos. Me llevo dos mochilas, dos chaquetas y Kumquat que se retuerce porque es un bicho y al mismo tiempo se desparrama en mis brazos por su hipotonía (no sabéis las posturas que hay que llevar para dar soporte a un niño con hipotonía). Lucho para que no me arranque la mascarilla. Le hace mucha gracia, la chupa, la muerde y la lame. Sudo mucho. Entramos a la guardería, me lavo las manos, le lavo las manos. Recordad que se retuerce y chuchurre a partes iguales y llevo dos chaquetas y dos mochilas, a veces las sábanas de la cuna o un paquete de pañales. Podría echarme desinfectante que es más fácil, ¿no?. Lo hice una vez y Kumquat rápido como el rayo ne cogió la mano y se echó un trago. Dejo sus cosas, pongo la hora de llegada, firmo como que NADIE en casa tiene síntomas gripales. Lo entrego y salgo corriendo. Sudo mucho. Cojo el tranvía, cojo el autobús. Llego al trabajo. Me lavo las manos. Y a descansar por fin.

Conciliamos estupendamente (no) y casi no corremos nada (tampoco). Cumplimos las horas de trabajo, estamos presentes de 9 a 3 y los niños "sólo" están en las guarderías ocho horas. Bueno, Kumquat está 7 y se chupa una hora de coche porque la integración es así de bonita.