domingo, 2 de mayo de 2021

Viviendo en la cuerda floja

Kumquat cumplió cuatro años pero por poco no los cumple. El día de antes de su cumpleaños, por la mañana temprano estábamos Kumquat, Lima y yo jugando, viendo la tele y haciendo el desayuno. Era fin de semana, así que Pomelo estaba durmiendo, hemos decidido que cada día del fin de semana uno de los adultos de la familia puede dormir tanto como quiera, dormimos hasta que nos duele la espalda… o un niño decide morirse.

Esa mañana Kumquat encontró un muñeco en el suelo, empezó a carraspear y fui corriendo a ver qué tenía, normalmente cuando lo pillo con algo en la boca se ríe con los dientes muy apretados para que no se lo quite pero esta vez estaba agobiado. Lo cogí y le pregunté a Lima que qué podía ser del muñeco, me dijo que le faltaba el chupete, al menos ya sabía qué estaba buscando. Me arrodillé en el suelo con él boca abajo entre las piernas, le bloqueé la mandíbula metiéndole sus propios carrillos entre los dientes y con la otra mano intenté sacar el chupete, lo noté muy adentro. Le hice la maniobra de Heimlich para bebés, mal hecha, me di cuenta después, vomitó un poco de plátano y el chupete subió un poco, seguía agobiado, le volví a meter el dedo hasta la campanilla y enganché el chupete, un círculo de plástico con el diámetro de una moneda de cinco céntimos. Todo esto mientras le decía  a Lima que llamase a Pomelo, ella fue corriendo y Pomelo llegó justo cuando acababa de sacarlo. Todo en unos segundos.

Y seguí temblando y haciendo el desayuno, jugando y viendo la tele. Porque esto pasa con mucha frecuencia. Cada semana hago la maniobra de Heimlich por lo menos una vez. He ido a cursos y veo vídeos pero no sé hacerla bien. Hasta ahora ha funcionado, pero un día no funcionará. Puede ser dentro de un mes, dentro de tres años o dentro de diez minutos. Obviamente no lo tengo asumido, eso no lo asume nadie, nadie asume que un día su hijo se va a ahogar en tus manos o lo vas a encontrar ahogado al volver del baño.

La discapacidad intelectual es muy limitante, pero mucho más allá de lo obvio. Kumquat duerme en una cama enrejada y no es porque no entienda que se acaba la cama y se cae, que tampoco lo entiende, es porque si se baja de noche puede comerse cualquier cosa y ahogarse o electrocutarse mordiendo un cable. No hace falta que sea algo pequeño, puede ser una página de un libro o un trozo de acolchado de cualquier cosa que arranque con los dientes.

Lo saco al jardín y lo primero que hace es meterse una piedra en la boca, o una cereza que ha caído de los cerezos, o una manzana mohosa del manzano, o una mierda de  gato, o una seta venenosa. ¿Dejo de sacarlo al jardín?

En la escuela infantil ya se ha tragado cosas y eso que está en la clase de los pequeños. Ya le correspondería pasar a la clase de los grandes pero ¿cómo haces para que no coja juguetes pequeños?

En casa Lima no puede jugar en el suelo, no puede sacar sus juguetes, no puede hacer un puzzle en el suelo, no podemos hacer manualidades juntos. Tengo mucho miedo cuando saco el costurero de que se pueda caer algo. Cualquier día va a chupar un cargador enchufado. O abrirá el mando de la tele y se conerá una pila ¡triple A! Cuando cambio una de botón, aunque esté guardada en el lugar más recóndito compruebo compulsivamente que sigue ahí hasta que puedo ir al contenedor.

Lima está tan concienciada que come cacahuetes con mucho cuidado y se asusta mucho cuando se le cae uno al suelo, no para hasta que lo encuentra y me llama para que esté pendiente. Hasta le arranca cosas de las manos mucho más diligente que nosotros. Incluso planea lo que va a hacer ella si viene una ambulancia para llevarse a su hermano. Me pregunta que con quién se queda, que qué pasa si está jugando en casa de una amiga que si se va a poder quedar a dormir con ella.

A veces lo dejamos con sus niñeras. Son chicas de veinte años. Las niñeras de Kumquat no pueden ser cualquiera, son personas que creemos que no lo van a perder de vista ni un segundo, que entienden los peligros que hay a su alrededor y que van a saber reaccionar si algo pasa. No lo dejaríamos con adolescentes porque es mucha responsabilidad y en el peor de los casos también dejaríamos a una niña traumatizada. Alguien más mayor podría con el tiempo valorar que hizo lo que pudo.

Cuando buscábamos diagnóstico, una de las cosas que más me angustiaban era su esperanza de vida. Leía sobre cualquier síndrome y muchas veces aparecían los dos años como la fecha maldita. Me dormía mirándolo y cogiéndole una mano, pensando si estaría vivo por la mañana. Ya tenemos diagnóstico, no sé la esperanza de vida, sólo que hay al menos dos mujeres de más de veinte años diagnosticadas.

Cuando ante un síndrome ves que la esperanza de vida es menor que para el resto, piensas en algún fallo orgánico. Normalmente sólo consideramos lo físico para la salud, pero también hay que tener en cuenta la salud mental y la discapacidad intelectual. Para estar vivo es fundamental no intentar matarse.