martes, 7 de agosto de 2018

Apadrinar un almendro

Agosto es un mes muy especial para mí. Un mes muy familiar. Actividades en familia desde por la mañana temprano, con un objetivo común y bajo un sol intenso. Comidas en el campo, beber de una cántara tapada con un limón, comer latas de atún bajo un viejo almendro y melocotones de postre. Así eran mis vacaciones estando a sólo 15 kilómetros de la playa. En agosto cogíamos almendras.

Y eso ha sido así toda mi vida hasta que emigré. Y cuando digo toda mi vida es toda mi vida. Mi madre embarazada caminando por el bancal polvoriento con tres niños (mi padre conducía el tractor), yo de muy pequeña lloriqueando detrás de la familia, un poco más grande recogiendo las almendras del suelo con un capazo y ya en la adolescencia llegó el ascenso a miembro fundamental del equipo llevando una de las lonas y vareando el árbol. Después llegó la universidad y tenía que pasar el día en el campo y estudiar por la noche para los exámenes de septiembre. Hasta que conseguí la beca Erasmus y ese verano trabajé de camarera en la playa para ganar algo de dinero para irme. Mis hermanas también habían trabajado en verano cuando eran universitarias, pero la sensación de traición a la familia no se me iba. Y ahí ya me fui, mi madre enfermó, todos crecimos o envejecimos y mi padre empezó a alquilar la "sombrilla" que recogía las almendras.

Coger almendras es duro, trabajar en el campo siempre lo es. Es un trabajo lleno de sensaciones. En agosto en Murcia pueden hacer 40°C tranquilamente, el sol arde y la tierra de color claro lo refleja. La tierra es polvo reseco y piedras, perfectamente labrado, es decir, los pies se hunden en la tierra a cada paso. La máquina con la que recogíamos las almendras tenía forma de barca, iba tirada por un tractor y llevaba un rodillo de "proa" a "popa" donde se enrollaba una lona dividida en dos para dejar el almendro en su centro. Caminábamos vara en mano pesadamente detrás del tractor, tragándonos el humo y el polvo que levantaba; entonces dos cogíamos sendas barras de metal que mantenían la lona estirada y tirábamos de ella, desenrollándola y rodeando el almendro; vareábamos el almendro y una nube de polvo, insectos y almendras como proyectiles caían sobre nosotros; para terminar sujetábamos las barras y el tractor enrollaba las lonas cargadas de almendras. Las lonas quedaban cargadas formando una bolsa y teníamos que dirigir las barras, levantarlas sobre la barca soportando todo el peso de las almendras y vaciarlas dentro de la barca. Mi padre modernizó la barca y le puso altavoces, escuchábamos las noticias de Radio Nacional que se repetían cada hora.

Tardábamos unas dos semanas en recogerlas, casi siempre metiendo a alguien para ayudar. Y se daban situaciones "divertidas", la barca medía unos siete metros de largo y el terreno es inclinado, así que con el peso a veces se resbalaba y quedaba atascada entre dos almendros. O había una avería en el tractor o se desgarraba una lona.

También teníamos almendros especiales, son los almendros heredados generación tras generación, así que no es para nada un cultivo intensivo. Se aprovechaba el terreno tal cual era y se labraba con vacas. Así que teníamos hileras de almendros más o menos homogéneos en un terreno inclinado y pedregoso pero relativamente llano. Almendros centenarios que necesitaban de varias lonas extras alrededor (el arte de tirar y tensar de una lona también tiene lo suyo y luego doblarla como si fuera la bandera patria para guardarla), almendros en el borde de un barranco, dentro del barranco o encima de un monte. El almendro de clase diferente que había que coger aparte; el de almendra puntiaguda la hija de puta que encima se agarraba como ninguna al almendro, había que varearlas una a una con fuerza y salían despedidas y nos golpeaban con su pico; el de almendra diminuta que encima maduraba antes y había que recoger la mitad del suelo entre las piedras y cosicas así.

Después de recogerlas las pelábamos echándolas con capazos a una peladora, era un ruido ensordecedor y soltaba muchísimo polvo y pelusilla que picaba. Eso porque tuve suerte y a mí me tocó peladora y barca. Después de pelarlas las extendíamos enfrente de la casa para tenerlas vigiladas y que se secasen al sol. En el montón de almendras pasábamos las siguientes dos semanas, repasándolas una a una sacando las rotas y las que no se habían abierto. Esto aparte de que se te durmiesen la piernas estaba bien porque no había ruido y podíamos escuchar los 40 Principales. Cogíamos un moreno maravilloso, a veces hacíamos esto en bikini. Acostarse por la noche en las almendras aromáticas y fresquitas a ver la lluvia de estrellas sin contaminación lumínica molaba.

A final de agosto las metíamos en sacos a capazos y las vendíamos.
Pero la verdad es que la experiencia almendril empezaba ya en julio o incluso junio cuando terminábamos los exámenes. Mi padre ponía a punto el tractor con nuestra ayuda, tengo una gran paciencia y una gran vida interior porque pasaba los veranos sentada a su lado pasándole herramientas y siguiendo sus órdenes con la mente en blanco. A final de julio íbamos al Carrefour y comprábamos un salchichón entero y otros embutidos para ir haciendo bocadillos para el almuerzo en el bancal. Daba gusto ver la despensa, pero la tensión en casa se podía cortar con un cuchillo.

Mi padre construyó varias barcas. Él era ingeniero, sin título pero ingeniero. Compraba chatarra oxidada y la convertía en máquinas. No hacía planos, estaba todo en su cabeza. La última barca podía pelar la almendra conforme la cogía y nos ahorraba un montón de trabajo. Los inventos de mi padre dan para otro post. Siempre lo admiré y envidié por eso. También hacía una horchata de almendras deliciosa.

Los veranos eran un no parar, pero cuando crecimos y mejoraron las comunicaciones, terminábamos el día en playas preciosas. Después de todo el calor, sudor, tierra y bichos nos metíamos en playas tranquilas y casi vírgenes. Con el sol poniéndose y el ruido de las olas me sentía muy afortunada por vivir en lo que para mí era el paraíso.

Y lo echo de menos. El sonido de las almendras al revolverlas para que se sequen, el olor tan intenso que despedían y la horchata congelada. Siempre bromeábamos con que habría gente que pagaría por vivir esa experiencia. Y oye, es verdad, porque trabajar en el campo es duro, pero como experiencia tiene su rollo. Es una experiencia muy intensa para los cinco sentidos y se puede vivir también de forma tradicional sin ruidos ni humos. Así que el proyecto de apadrinar árboles será con almendros o no será. Si lo conseguimos, por supuesto incluirá un limonero pero privado.

Cuantas más vueltas le daba al proyecto de los cítricos más problemas le veía. Primero había que arrancar los almendros, hay que ser prácticos y avanzar, pero son vidas, vidas con muchos más años que yo, vidas que han sido parte fundamental de la mía y de la de mi familia. Imaginarme los almendros arrancados con las raíces hacia arriba me parte el alma y eso pasará si no hacemos nada para salvarlos. Los almendros son de secano y son de especies tradicionales de la zona. Nuestro proyecto quiere ser sostenible y eso sólo puede ser manteniendo un cultivo de secano, si cambiamos a cualquier otro árbol, incluso si ponemos todos los almendros nuevos de especies más productivas el gasto de agua será tremendo y eso es todo lo contrario al espíritu del proyecto.

Habrá que reponer algunos almendros que se han secado por no cuidarlos, pero mantener los antiguos, los especiales, los que conozco rama a rama, los que tienen alma. Y hacer un trabajo muy duro para recuperarlos y que no se pierdan. Hace falta una gran inversión y antes de empezar quiero estar segura de que no lo perderemos todo, sobre todo con dos niños.

La idea es recuperar los almendros gracias a la ayuda de padrinos, los padrinos reciben un certificado con la foto y ubicación del almendro. Reciben información periódica de la explotación, pueden visitar su almendro, recoger su cosecha o recibirla en casa. A ver repito, que puedes recoger TUS almendras en AGOSTO en la PLAYA. Y no os podéis imaginar lo bonitos que son en periodo de floración y lo bien que huelen. Por supuesto, cultivo ecológico.

Si te interesa ser padrino y ver cómo va creciendo el proyecto desde el minuto cero suscríbete al blog, déjame un comentario y sígueme en mi Twitter @laClemen1.

Estoy planteándome seriamente abrir un canal de Youtube, el primer vídeo sería cómo meter toda la ropa para una familia de cuatro para un mes de vacaciones en una maleta de mano. En fin, cosicas varias del día a día y por supuesto los arreglos de la casa y los almendros. Sí, arreglos de casa rural ruinosa llena de trastos a casa rural bonita y minimalista. Ya sabes, si te interesa, sígueme.

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