Pues no es que no
tenga nada más que contar, ni que me haya salido el trabajo de mi
vida, ni me he olvidado del blog, ni me he muerto ni nada. Lo que
pasa es que hemos pasado un mes en Colombia de vacaciones a ca los
abuelos y al llegar a Alemania se me ha escoñado el móvil. Y ya le
había cogido el gusto a hacerlo en el móvil y me ha costado mucho
volver a sentarme como las personas delante del ordenador.
En estos dos meses
he acumulado un montón de temas para contaros. Las vacaciones en
Colombia, por supuesto. El vuelo con dos niños, uno de ellos con sus
circunstancias especiales. La maleta minimalista para cuatro (grabé
un vídeo, si consigo editarlo lo pongo en Youtube). Mi experiencia
con el cocinado en serie y el intento de dieta flexitariana. No pude
hacer vídeo pero mejor, lo hago cuando me salga más fluido. La
evolución de Kumquat, las extraescolares y mis experimentos de
limpieza minimalista, unos buenos y otros malos. Y una boda entre uno de los compis raritos de Pomelo (es que en Física encontrar gente como los de BIg Bang Theory no es raro y a veces la realidad supera la fición) y una pastora protestante en la Alemania profunda.
Hoy voy a empezar
por contaros mi capacidad para la destrucción. A mí las cosas me
duran mucho, pero mucho, no me aburro de ellas, no me importa que se
vean usadas y me da mucha pereza ir de compras. Lo que pasa es que a
Pomelo le duran más todavía y por comparación salgo perdiendo.
Tenemos ropa de cuando nos vinimos a Alemania por primera vez en
2004, pero en plan camisetas, ropa interior, toallas y cosas que
están pensadas para que duren tres meses.
Mi primer ordenador
me lo compré a medias con mis hermanas en el 2000. En vez de ratón
tenía una bolita muy pequeña de gomaespuma. Con ése aprendí a
programar e hice todos los trabajos de la carrera de Física. Pero un
día la versión nueva de Messenger no se instalaba porque el
Explorer era muy viejo, pero el nuevo Explorer no se instalaba porque
Windows era muy viejo, pero el nuevo Windows no se instalaba porque
no cabía. Y oye, antes del Whatsapp, sin Messenger no podíamos
vivir.
Nuestros ordenadores
portátiles actuales (y únicos, y eso que Pomelo programa y analiza
millones de datos) son de 2010 y parecen Netbooks, pero el mío no ha
sobrevivido (me lo regalaron mi hermana mayor y mi madre, ay). Se me
rompió la parte donde se une la pantalla con el teclado y bueno
seguí tirando, pero el disco duro rascaba al girar, mmm peligroso,
pero es que encima se me instaló el Windows ese de la Muerte sin yo
consentirlo explícitamente y perdió por el camino cosas de
arranque. Tuve que ceder a que Pomelo me instalase el Ubuntu o
Kubuntu o lo que sea, porque total yo no podía hacer nada y si
quería rescatar los archivos tenía que dejarlo hacer. Me duró poco
más, estaba ya muy jodido y el año pasado murió del todo. Ahí lo
tengo en un cajón a ver si Pomelo me puede rescatar algo y me lo
resetea para pegarle fuego reciclarlo. Así que ahora uso el de
Pomelo, que es exactamente igual pero nunca ha llevado Windows desde
que llegó a sus manos.
Desde aquí hago un
llamamiento a los que hacen Ubuntu, Kubuntu o lo que sea, por favor,
hacedlo para tontos como el Windows. En vez de mirarnos por encima
del hombro, hacedlo para que queramos usarlo y no queramos volver al
dominio del imperio. No quiero abrir la cosa de escribir comandos,
quiero poner en Google, por ejemplo, “programa para editar vídeos
de Youtube” y que me salga en el centro de la pantalla un botón
grande y llamativo sobre el que hagas clic, se instale directamente,
aparezca el icono en el escritorio, lo abras y funcione todo
estupendamente.
Los cables de los
móviles y de los ordenadores también hemos tenido que cambiarlos,
según Pomelo yo me los cargo, pero vamos que no les hago nada raro.
Eso sí fabricantes de cargadores de móviles, por favor, hacedlos
más largos, joder, tanta tecnología y no podéis poner unos
centímetros más de cable, que me siento en el sofá y el conector
siempre me queda en tensión mientras el teléfono carga. El
conector, mi hombro, mi muñeca y mi espalda.
Luego viene mi
experiencia con los smartphones. He tenido tres desde 2013. El
primero era un Samsung pequeñito que le regalaron a mi hermana por
cambiarse de compañía telefónica. Le tenía que vaciar la memoria
de vez en cuando, pero a mí me valía. Hasta que un día cayó desde
una mesa completamente boca abajo y el táctil dejó de funcionar. No
me merecía la pena arreglarlo, así que me compré uno chino ZTE de
plástico por 50€, no me duró ni un año, pero no tuve yo la
culpa, se le hinchó la batería y no cargaba, era malísimo, así
que no me dio pena. Pomelo me echó mucho en cara lo mal que había
hecho por comprarme esa ganga mierda un teléfono barato, así que me compré un Samsung güeno
güeno, grande y pesado, lo compré con protector de pantalla y
funda. Bueno pues se me ha caído desde el sofá completamente plano
boca abajo y la pantalla se empezó a poner lila y luego se quedó
negra. Me dio un bajón muy grande. Se rompió la pantalla y mi
autoestima en mil pedazos.
En esta angustia
vital andaba cuando le puse a Lima el Skype en el ordenador de Pomelo
para que hablase con su tía. Y para una vez que Lima está
quietecica y formal, bien sentada delante de la mesita (la
mesita es de tres patas porque a Pomelo le gusta ese estilo
retro-moderno-minimalista que se lleva ahora). Lima se movió en la
silla, le dio sin querer a la mesa, volcó, el ordenador cayó al
suelo y la pantalla quedó con píxeles de colores aleatorios. Por
suerte no pasó nada, pero perdí varios años de vida y tengo diez
canas más.
Y mi última
destrucción ha sido la más ridícula de todas. Querido profesor
Ibáñez, me merezco todos los suspensos que me puso en
Termodinámica, pero a lo mejor tampoco merecía perder todas las
becas por ellos, que una es de origen más bien humilde. Pero si me
lee, no pida un cambio de expediente, no devolveré mi título NUNCA.
Pues estaba yo tan feliz haciendo esta receta de pan
https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2015/06/16/receta/1434463272_197954.html
y pone que hay que meter una bandeja en el horno y cuando esté
caliente echarle agua. Un pequeño detalle es que pone que sea
metálica. Yo que tengo terror a estas cosas y que siempre soy muy
cuidadosa con el vidrio frío o caliente. Pues iba tan loca haciendo
cosas a contrarreloj y siguiendo la receta tan al pie de la letra que
no pensé, yo es que soy muy bien mandada. Como no tengo bandejas
metálicas, metí una fuente de horno en el susodicho horno, lo puse
a tope y ya caliente había que echarle un vaso de agua para hacer
vapor y... lo que pasó a continuación os sorprenderá (no). Abrí
el horno caliente y eché un vaso de agua fría en una fuente de
vidrio a 250°C, pegó una explosión que parecía una bomba, no me
saltaron vidrios a la cara de milagrito. Por lo menos aprendí por
fin cómo sacar la puerta del horno para limpiarlo.