jueves, 31 de enero de 2019

El penúltimo tabú. El Club de los Malos Hijos

Hay distintas forma de afrontar un problema. Mi estrategia consiste en valorar todo lo que puede salir mal, llorar amargamente, sacarlo todo, compartirlo, relativizarlo, coger fuerzas y solucionarlo (o dejarlo ir, que también es duro decidir que algo tiene que irse "let it go"). Si no puedo compartirlo y encontrar apoyo me cuesta mucho coger fuerzas. A lo mejor es algo cultural, en España solía quejarme mucho y escuchar quejas de los demás, exagerábamos siendo todas las partes conscientes de que estábamos exagerando, nos reíamos y todo volvía a fluir. De verdad que echo mucho de menos reírme de los problemas, que ya no encuentro con quién reírme. Aquí en Alemania no encuentro ese tipo de apoyo, me da apuro, tengo la impresión de que no lo van a entender, que no van a saber que en un momento de agobio voy a hablar mal del jefe y voy a exagerar todo lo exagerable aunque sea el trabajo de mis sueños, para luego seguir tan tranquila. Y yo así me voy haciendo chiquitita, me voy metiendo en un agujerito que cada vez se cubre más de tierra.
Recuerdo que un día iba hablando con la mujer de un amigo, íbamos súper animadas y me puse a contarle un problema, y la otra va y me dice: ¿Y yo, Clemen? que me caso en dos meses y el vestido de novia me hace una marca alrededor del ombligo. Qué risa, ella estaba de verdad preocupada y nos reímos juntas, lo mío se difuminó y espero que lo de ella también, por lo menos se desahogó. No cuestionó mis sentimientos, confiaba en mí para resolver mi problema o al menos no me culpaba de él, legitimaba que yo estuviese preocupada, confió en mí para contarme su problema, poniéndonos las dos al mismo nivel y nos reímos, me sentí acompañada y fuerte, con un peso menos para salir a flote.
Lo malo es cuando tienes un problema que al mismo tiempo es un tabú, algo de lo que no se puede hablar. En maternidad se han roto muchos tabúes, ahora puedes quejarte de lo mal que lo pasas sin ser tachada de mala madre, puedes hablar de las cosas que no te gustan de tus hijos sin que se dude de que los adoras, puedes incluso decir que a ratos no te apetece estar con ellos, que no te enamoras de ellos nada más salir del útero y hasta que quieres más a un hijo que a otro. Te van a criticar, porque en maternidad todo es criticable, pero ya no estás sola, sabes que hay una comunidad con tus problemas, puedes desahogarte y sobre todo reírte y reírte mucho de tu propio desastre. En esto ha tenido mucho que ver Laura Baena y su club de malas madres.
En cuanto a discapacidad también se van rompiendo tabúes, poco a poco se puede hablar de que tener una discapacidad es una mierda sin que parezca que estás criticando a las personas con discapacidad. Y te puedes reír y ponerle humor. Hablar sin complejos de las cosas más íntimas y ver que no estamos solos, que podemos aprender de las experiencias de los demás, concienciar a quien no lo sabe, preparar a quien lo puede sufrir en el futuro, normalizar y hacer de la inclusión una realidad. No hace falta hablar de ángeles que nos enseñan lo bonita que es la vida, ni de héroes que luchan, sino de un día a día con dificultades que se superan o no. Un par de blogs sobre esto: De retrones y hombres y la grandísima Rubia de Esto es para una que lo quiere así, que no es un blog sobre discapacidad pero la trata como parte de la vida que es, desde el punto de vista del cuidador.
Sin embargo hay un tema del que casi no se habla y que sigue siendo un tabú muy grande: cuidar a lo padres. Y una cosa os digo, no tenemos porqué ser padres, pero todos somos hijos. La población envejece, así que también crece el número de cuidadores, pero sigue siendo algo de lo que se habla bajito, con eufemismos, en intimidad, con tristeza. Así no hay quien se desahogue, así no hay quien normalice y la situación es una losa muy difícil de levantar, donde uno se siente muy solo. Donde uno ya no distingue lo que es normal, lo que no, qué se puede esperar o qué recursos hay. A todos nos llega, porque como ya he dicho todos somos hijos, pero no estamos preparados.
Nadie está preparado para ver cómo un padre o una madre se va deteriorando, cómo sufre y cómo muere. Por eso mismo creo que hace falta que haya un apoyo colectivo, que se dé más visibilidad al cuidador. Un club de malos hijos donde reírse de los propios fallos, de las propias debilidades, donde plantear dudas sin ser juzgados. Donde puedas decir estoy hasta las narices de cuidar a mi padre enfermo, hay que ver que duras están las uñas de lo pies, no puedo ya con el pis a las tres de la mañana y el vasito de agua a las cuatro, me jode repetir que soy la mediana ocho veces, lo que sea. Y que no te juzguen y te entiendan, que de lo que estás harto no es de tu padre, es de su enfermedad, que vas a hacer lo que haga falta pero que también te cansa. Un lugar para compartir experiencias, para ver que lo que le pasa a tus padres o abuelos es normal, que forma parte de la olvidada o escondida vejez y de la enfermedad, Para ver que tus sentimientos hacia esa situación también son normales. Un lugar para dar voz y para luchar juntos por la conciliación y los derechos de los cuidadores. Y sobre todo un lugar donde reírse, donde reírse sobre todo de uno mismo sin que nadie crea que humillas a tu madre ni que te parece graciosa su enfermedad.
Yo no me atrevo a hablar de esto, yo no puedo contar cómo de mala hija soy. Porque he vivido la vejez, enfermedad, dependencia y muerte de mis padres desde otro país. Esa ausencia me duele y siento que no tengo derecho a hablar de estas cosas. Pero bueno, es otra forma de vivirlo y en mi club de malos hijos todos los hijos que quieren o han querido a sus padres tendrían cabida.
¿Y tú? ¿te atreves a hablar de cómo llevas la vejez de tus padres?

lunes, 14 de enero de 2019

De rojo y gualda (sea gualda lo que quiera que sea)

La nieve por fin ha llegado, ahora hay que adaptarse a ella. Estamos a cero grados, con lo cual a ratos nieva abundantemente y se acumula una buena altura de nieve y al momento empieza a llover y se descongela todo de golpe dejando grandes charcos y nieve “granizada”. Luego vuelve a helar y tenemos una fantástica capa de hielo. La ciudad está en un valle y nosotros vivimos en la montaña, con lo cual mi calle tiene medio metro de nieve cuando en el centro siguen chapoteando en los charcos. Vamos que no puedo sacar el carro de Kumquat porque no rueda por mi calle pero tampoco puedo llevarlos a las guarderías en trineo como otros años porque en las guarderías casi no hay nieve. El trineo aquí es un medio de transporte para los niños y hay gente que sale de su casa con los esquís de fondo. A mí se me pasó la oferta de botas de nieve del Lidl y llevo unos botines de suela lisa con una plantilla de borreguito.
Con estas condiciones esta mañana he salido a trabajar. Tengo que bajar una escalera de piedra por el bosque para coger el autobús. No sé cómo no he bajado rodando todavía, bajo siempre corriendo y saltando los escalones de dos en dos, con resbalosas hojas mojadas por la lluvia, con nieve, con un barrigón de 9 meses, con un niño en la mochila…Hasta llegar a la escalera me he ido deslizando cuesta abajo agarrándome a la valla del jardín de un vecino, que por cierto había una madera podrida y se me ha quedado en la mano. Luego he bajado la escalera gracias a que los guantes de cuero se adherían bien a la barandilla, he saltado la montaña de nieve del borde de la acera, he cruzado la carretera, me he caído al saltar la montaña de nieve de la acera del otro lado y he perdido el autobús. No ha sido por la caída, que sólo he tenido que apoyar las puntas congeladas de los dedos de una mano, ha sido porque he salido muy tarde y no he calculado bien lo que tardo con nieve.
He llegado 10 minutos tarde al trabajo, soy la maestra de español de tercero de primaria. He avisado en cuanto han abierto la secretaría. La directora le ha llevado a los niños el escudo de España para colorear y les ha puesto unas canciones infantiles. Estaban sin maestra y muchísimo más tranquilos y silenciosos que cuando estoy yo. Así que los he dejado pintar toda la hora.
Pero entonces han llegado las preguntas: “¿de qué color es el león?¿es rojo o blanco?”. Yo he contestado haciendo como que intentaba recordarlo que era amarillo. Y la niña me dice: “no es amarillo porque yo lo pinté un día en mi casa y no era amarillo”. ¡¿Que lo pintó un día en su casa?! ¿Por qué? Y entonces veo que a uno de los sectores le falta el dibujo. Estaba el león, el castillo, las cadenas y ¿qué era lo otro? Y les digo: “falta una granada”. Entonces veo la granada pequeñita debajo. Joder ¿qué era? Ah ¡las barras!. Y me preguntan que cuántas rayas y si empiezan por el rojo o el amarillo. Yo que sé, por el rojo, total tenía la mitad de posibilidades. Y entonces que la corona, que de qué color es, que de qué color es por dentro, que de qué color son las perlas ¡las perlas! pero qué coj…Les dije que la corona la pintaran de fantasía. Es que primero les dije que toda dorada y no les gustó, en fin.
Y todo esto me ha recordado las experiencias anteriores que he tenido con los símbolos patrios. Yo es que no escarmiento. Estando de Erasmus mi amiga y yo en Alemania, un compañero checo se puso a dibujar banderas en su cuaderno mientras estábamos en la cafetería de la universidad. En nuestro honor dibujó la española y mi amiga y yo nos quedamos un poco así.
-¿Eso qué es?
-La bandera de España.
-Pero ¿Qué le has dibujado ahí?
-Es que la bandera de España es así- nos dijo muy convencido, que oye a mí cuando alguien que no ha estado en España me dice que esto en España es así y hasta discute conmigo pues me jode.
Y puede que tuviese razón, pero yo no le discuto a alguien cosas de su país. Así que claro ya no nos quedaba más remedio que negar hasta el final que esa era la bandera. El caso es que la había dibujado pequeñita y no terminábamos de entender qué era el dibujito marrón que le había puesto, hasta que caímos en que debía de ser el escudo. Y las dos muy convencidas le dijimos que eran cosas diferentes, que teníamos dos símbolos: la bandera y el escudo. Y él que no, que la bandera oficial es así porque veía muchos deportes y la ponían así. Bueno esta conversación igual muy fluida no fue porque nuestro inglés hablado era muy malo y seguramente escudo no estaba dentro del vocabulario que pudiésemos recordar así de repente. A día de hoy no sé quién tenía razón, yo recuerdo que en 3° de E.G.B nos enseñaron la bandera sin escudo y no me discutas lo que aprendí en EGB y Bachillerato porque es lo único que tengo claro en esta vida.
Pero aún hay más. Estando en la Ruta Quetzal había ciertos actos en los que los abanderados de cada país posaban para la foto con la bandera (juraría que la de España no llevaba el escudo). Y ya casi al final de la expedición a la organización se le ocurrió que cada país podía por la noche hablar de su país y enseñar la bandera. Fueron saliendo los expedicionarios de países latinoamericanos. Explicaban el número de habitantes, la extensión del país, lo que querían decir los colores de la bandera y cantaban una cancioncita con mucho sentimiento y hasta puede que con la mano en el pecho. Pánico entre los españoles, no teníamos acceso a Internet ¿Quién sabía la extensión de España?¿De quién nos habíamos independizado nosotros (que es un dato que viste mucho)?¿Qué querían decir los colores de la bandera? A ver tranquilos, todo el mundo dice que el rojo es por la sangre de los valientes compatriotas que lucharon por la patria, digamos eso también, a ver quién dice que no (aparte del checo del Erasmus). Y sobre todo ¡¿qué vamos a cantar?!
La verdad es que no recuerdo cómo se resolvió, igual me dormí durante la presentación o no se hizo porque estábamos muy ocupados salvando nuestras vidas de una tormenta tropical mientras acampábamos en una isla del Caribe panameño. Que esa es otra, qué agobio con la bandera cubana, ahí se ve bajo qué régimen lo han educado a cada uno. Estábamos dos meses acampando con lo puesto, las camisetas podían caminar solas y los cubanos no podían dejar que se manchase su bandera. Cada vez que la sacaban tenían luego entre todos que doblarla de una manera especial y que no tocase el barro. Y en medio de la tormenta, las tiendas con un palmo de agua, toda la ropa y los sacos de dormir mojados, gente llorando en pánico total porque veían que las olas y la lluvia eran todo uno y los cubanos cuidando que no se les moje la bandera. A mí la verdad es que me daba todo igual, tenía un subidón de autoestima por haber conseguido estar allí, me reía achicando agua a oscuras y las de mi grupo terminamos cantándole cumpleaños feliz a una compañera. 16 añitos cumplía.

lunes, 7 de enero de 2019

La Clemen y las extraescolares 1


Mi relación con las actividades extraescolares empieza de verdad en Alemania, cuando he tenido medios,tiempo y dinero para permitírmelas. Hasta los 17 que entré a la universidad vivía en el campo a 10 km del pueblo y sin transporte público, así que no tenía forma de hacer ninguna actividad. Tampoco creo que mis padres se hubiesen podido permitir pagarme clases de nada. Por suerte no necesité academias y me fui de Erasmus con el inglés de Bachillerato. Me faltaba práctica y oído, pero malo ya os digo que no era, que en España inglés se enseña muy bien a pesar de nuestros complejos, sin necesidad de bilingüismos ni de películas con subtítulos, sólo hay que querer y estudiar.

Hasta quinto de E.G.B. (qué vieja soy) estuve en mi querida escuela rural y en esa época la única actividad extraescolar a la que tuve acceso fueron cuatro domingos de catequesis antes de hacer la Primera Comunión. En sexto pasé al colegio público del pueblo, los del campo teníamos que quedarnos al comedor, teníamos tres horas al medio día para estar obligatoriamente en el patio. Me quise meter al equipo femenino de fútbol y mi madre me dijo “como te hagas daño,no me vengas llorando” y yo que soy muy de llorar, me acojoné y no me metí.

Después de octavo pasé al instituto público para hacer tercero de E.SO., sí soy de la generación perdida. En el instituto no había nada, hubo un periódico y escribí un único y lamentable artículo. También fui a catequesis unos ocho domingos para la Confirmación. Esta estuvo genial porque sólo íbamos mi hermana mayor y yo y el catequista era un cura joven del Opus. Mi hermana con ganas de discutir, yo en un momento de preguntármelo y debatirlo todo y el cura bastante cerrado pero de buen rollo y que entraba al trapo. Nos dijo que no nos confirmásemos, nos confirmamos, pero yo tardé como un año en empezar a plantearme apostatar seriamente,que no lo hago como muchos por pereza y así nos va.

En la universidad pública ya en la ciudad me saqué el carné de conducir. Ha sido la extraescolar en la que más he durado, ejem...Daba clases particulares a adolescentes y no me daba la vida para más. Participé unas tres veces en el desfile de carrozas del pueblo, los fines de semana nos reuníamos en la escuela en el campo para hacer la carroza y disfraces, poca cosa pero mantenía un poco el contacto con los vecinos del campo.

En la universidad alemana donde hice Erasmus había muchas actividades deportivas, idiomas y demás. Me habría metido en todo, pero entre estudiar las asignaturas de España, asistir a clase allí, las prácticas y la fiesta las actividades sociales para Erasmus cada día, pues tampoco me daba la vida.
Me quedé en Alemania, pero me quedaban unas asignaturas en España. Cuando por fin terminé, se me abrió un nuevo mundo. Como estaba trabajando en un instituto de investigación en el campus universitario, tenía acceso a las actividades deportivas de la universidad y en el trabajo nos ofrecían algún que otro curso de alemán. Además el pabellón de deportes me quedaba justo al otro lado de la calle. Así que hice aeróbic durante varios años, yoga y aquafitness. No era fácil conseguir plaza, a principio de semestre tenía que estar muy atenta y el día que se abrían las matrículas, estaba con la página web abierta,
refrescándola cada minuto, como si fuese a comprar entradas para un concierto. Las clases eran muy muy baratas, sobre todo con la tarifa de estudiante que también podíamos usar los doctorandos (y eso que yo no estaba matriculada oficialmente) y si asistías a un ochenta por ciento la caja de seguros pagaba una parte o todo el curso.
Como por fin tenía dinero, independencia y no tenía que hacer nada al terminar el trabajo, que es la sensación más maravillosa del mundo, me metí en cosas como flamenco. Sí, flamenco en Alemania con maestra alemana. Era entretenido y así por mal que lo hagas no eres la peor de la clase. Me compré los zapatos de lunares, sólo por eso mereció la pena. E hice tres semestres de chino, no me acuerdo de nada pero me gustó mucho, éramos cuatro alumnos y la maestra era muy graciosa. A chino ya iba embarazada, la idea era seguir yendo con bebé, pero una se mudó y no sacaron más cursos para tres alumnos.
Las extraescolares con barriga y bebé ya os las cuento en otra entrada.